Nos
enfermamos cuando nuestro organismo no funciona en forma equilibrada en todos
los aspectos de nuestro ser: como el físico, el emocional y el espiritual.
Cuando todo está así, sentimos y funcionamos de la mejor forma posible. Somos felices, creativos y productivos. Tenemos mucha energía, disfrutamos relaciones
sólidas y somos más capaces de hacer frente a los factores de estrés en
nuestras vidas. Todo se encuentra en
equilibrio. Es cuando se alcanza un
estado de armonía.
La
enfermedad, por el contrario, es un estado que carece de armonía. Funcionamos por debajo de nuestra capacidad
máxima porque algún aspecto de nuestra salud está fuera de equilibrio.
Los
síntomas que a todos nos dan de vez en cuando, dolores de estómago, insomnio,
tensión muscular, son señales de advertencias de que nos estamos alejando de un
estado de salud óptimo. Es posible que
ni siquiera nos hayamos enfermado de algún mal que pueda diagnosticarse, pero
nuestro cuerpo trata de decirnos que algo está fuera de equilibrio. Todos poseemos esta inteligencia en el
interior del cuerpo, que nos habla. El
mensaje puede ser un dolor o un pensamiento, pero el cuerpo siempre nos avisa
cuando algo anda mal. A nosotros nos corresponde reconocer estas señales y
ponerles atención, para volver al camino de la salud óptima.
De
acuerdo con los especialistas, los siguientes síntomas físicos, emocionales y
mentales comunes son indicios de un desequilibrio en la salud.
Tensión
muscular. Los músculos, sobre todo del cuello,
los hombros y la espalda, están llenos de nudos duros.
Fatiga. El nivel de energía anda tan bajo que apenas
se logra llegar al final del día, desplomándose al regresar a casa de trabajar.
Falta
de apetito. No se tiene hambre a la
hora de comer y nada parece apetitoso.
Aumento
o pérdida de peso.
Se baja o se sube varios kilos (libras) sin haber modificado los hábitos de
comida ni de ejercicios.
Molestias
y dolores.
Se padecen dolores frecuentes sin explicación, como dolores de cabeza o de
estómago o acidez (agruras).
Dificultad
para dormir. Durante varias
noches seguidas se tienen dificultades para conciliar el sueño para dormir de
corrido.
Pérdida
de cabello. Se observa más cabello que de costumbre
en el cepillo o alrededor del desagüe de la ducha (regadera).
Mareos
o desmayos.
Se siente debilidad y mareos, sobre todo al ponerse de pie. Es posible que incluso haya desmayos.
Falta
de aliento. Se pierde el aliento al caminar al carro
o subir las escaleras.
Diarrea
o estreñimiento. Las evacuaciones intestinales son más
frecuentes que lo normal o bien menos frecuentes.
Ansiedad.
Se siente tensión e irritabilidad y parece imposible escapar de las
preocupaciones.
Pensamientos
desorganizados. Cuesta trabajo
concentrarse. Es posible que se pierdan
cosas o se olviden las citas.
Depresión.
Se anda con el ánimo por el suelo, sintiéndose abatido.
Fluctuaciones
en el estado de ánimo. En lugar de ser tan
agradable como siempre, se está de mal humor y gruñón gran parte del tiempo.
Estas
son las señales que se dan en el camino al pasar de un estado de salud óptima
hacia la enfermedad. Por lo común las
cosas empiezan por indicios menores que se van haciendo cada vez más fuertes si
no le damos importancia. Se atribuye
estos síntomas al proceso de envejecimiento o al estrés de la vida cotidiana,
de modo que terminamos por descartarlos tan pronto como aparecen.
Nos concentramos tanto en el exterior en la forma de pensar y de vivir que se nos ha enseñado que no ponemos atención a nuestros cuerpos ni a nuestras voces interiores. Y entre menos caso le hagamos a nuestro cuerpo, más nos alejaremos de la salud óptima.
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