lunes, 8 de julio de 2013

¿Por qué nos enfermamos?


Nos enfermamos cuando nuestro organismo no funciona en forma equilibrada en todos los aspectos de nuestro ser: como el físico, el emocional y el espiritual. Cuando todo está así, sentimos y funcionamos de la mejor forma posible.  Somos felices, creativos y productivos.  Tenemos mucha energía, disfrutamos relaciones sólidas y somos más capaces de hacer frente a los factores de estrés en nuestras vidas.  Todo se encuentra en equilibrio.  Es cuando se alcanza un estado de armonía.

La enfermedad, por el contrario, es un estado que carece de armonía.  Funcionamos por debajo de nuestra capacidad máxima porque algún aspecto de nuestra salud está fuera de equilibrio.

Los síntomas que a todos nos dan de vez en cuando, dolores de estómago, insomnio, tensión muscular, son señales de advertencias de que nos estamos alejando de un estado de salud óptimo.  Es posible que ni siquiera nos hayamos enfermado de algún mal que pueda diagnosticarse, pero nuestro cuerpo trata de decirnos que algo está fuera de equilibrio.  Todos poseemos esta inteligencia en el interior del cuerpo, que nos habla.  El mensaje puede ser un dolor o un pensamiento, pero el cuerpo siempre nos avisa cuando algo anda mal. A nosotros nos corresponde reconocer estas señales y ponerles atención, para volver al camino de la salud óptima.

De acuerdo con los especialistas, los siguientes síntomas físicos, emocionales y mentales comunes son indicios de un desequilibrio en la salud. 


Tensión muscular. Los músculos, sobre todo del cuello, los hombros y la espalda, están llenos de nudos duros.
Fatiga.  El nivel de energía anda tan bajo que apenas se logra llegar al final del día, desplomándose al regresar a casa de trabajar.
Falta de apetito. No se tiene hambre a la hora de comer y nada parece apetitoso.
Aumento o pérdida de peso. Se baja o se sube varios kilos (libras) sin haber modificado los hábitos de comida ni de ejercicios.
Molestias y dolores. Se padecen dolores frecuentes sin explicación, como dolores de cabeza o de estómago o acidez (agruras).
Dificultad para dormir. Durante varias noches seguidas se tienen dificultades para conciliar el sueño para dormir de corrido.
Pérdida de cabello. Se observa más cabello que de costumbre en el cepillo o alrededor del desagüe de la ducha (regadera).
Mareos o desmayos. Se siente debilidad y mareos, sobre todo al ponerse de pie.  Es posible que incluso haya desmayos.
Falta de aliento. Se pierde el aliento al caminar al carro o subir las escaleras.
Diarrea o estreñimiento.  Las evacuaciones intestinales son más frecuentes que lo normal o bien menos frecuentes.
Ansiedad. Se siente tensión e irritabilidad y parece imposible escapar de las preocupaciones.
Pensamientos desorganizados. Cuesta trabajo concentrarse.  Es posible que se pierdan cosas o se olviden las citas.
Depresión. Se anda con el ánimo por el suelo, sintiéndose abatido.
Fluctuaciones en el estado de ánimo. En lugar de ser tan agradable como siempre, se está de mal humor y gruñón gran parte del tiempo.
 Estas son las señales que se dan en el camino al pasar de un estado de salud óptima hacia la enfermedad.  Por lo común las cosas empiezan por indicios menores que se van haciendo cada vez más fuertes si no le damos importancia.  Se atribuye estos síntomas al proceso de envejecimiento o al estrés de la vida cotidiana, de modo que terminamos por descartarlos tan pronto como aparecen.

Nos concentramos tanto en el exterior en la forma de pensar y de vivir que se nos ha enseñado que no ponemos atención a nuestros cuerpos ni a nuestras voces interiores. 
Y entre menos caso le hagamos a nuestro cuerpo, más nos alejaremos de la salud óptima. 

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